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Un poco sobre mi

En esta página no esperéis que os cuente sobre mis cursos de formación. No creo en títulos, diplomas ni certificados, aunque he coleccionado algunos. Para mí lo importante siempre ha sido aquel que se “comunica” con todo su cuerpo y su energía, el maestro o profesor de turno. Lo que él me supo transmitir fue una especie de transmisión oral del conocimiento como se hacía en la antigüedad.
Os hablaré más bien de mí, con algunas referencias a momentos particulares de mi “formación íntima”.

Mi madre siempre ha estado en contra de los medicamentos y de los médicos tradicionales, por lo que tiene un cierto sexto sentido para evaluar si realmente están tratando de ayudarte o si simplemente te están imponiendo un protocolo.

Mi padre, en cambio, siempre ha sido y es un gran observador de la naturaleza y siempre intenta trasladar su genio intuitivo a la manipulación manual de cualquier material noble que pueda servir para construir algo.

Y por alguna razón, desde pequeña, prestaba mucha atención a mi cuerpo, a mis estados de ánimo, en los casos en los que enfermaba. Todo esto no ha hecho más que alimentar, a partir de mis veinte años, una cierta curiosidad por las terapias naturales entre ellas: la higiene natural (o higienismo), el ayuno, el uso de arcilla, veneno de abeja, ortiga, agua salada, el masaje, la imposición de manos, la reflexología, la dentosofía, la homeopatía, la kinesiología, la acupuntura, etc. Y, más allá de las terapias, también todas aquellas prácticas encaminadas a la prevención de enfermedades como: la nutrición, el uso de baños calientes y fríos y otros sistemas para fortalecer el sistema inmunológico y al mismo tiempo mantener el cuerpo en un cierto equilibrio homeostático y por tanto con una cierta elasticidad mental y física.

Entonces, cuando una persona desconocida para mí me envió un material sobre el trabajo realizado por el médico austríaco Wilhelm Reich y sobre su descubrimiento (o redescubrimiento en términos científicos occidentales) de la energía vital que él llamó orgón, sobre algunas de sus funciones básicas y características que la distinguen de otras formas de energía, sobre la posibilidad de poder observarla y medir indirectamente sus efectos, fue como si hubiera encontrado el eslabón perdido para completar una red de conocimientos que finalmente iba adquiriendo una forma bien definida.

Me di cuenta realmente que ninguna terapia excluía a la otra, que cada práctica terapéutica podía tener su propio aporte válido y que todas eran herramientas que tenían su propia eficacia cuando uno lograba tener una visión más global de la complejidad de los sistemas vivos y comprender los procesos bioenergéticos que subyacían a cada proceso de curación o enfermedad.

Evidentemente era necesario un nuevo enfoque, era necesario escapar de las trampas de causa-efecto, uno más uno es dos, eliminación del síntoma, consideración fragmentada de los fenómenos, etc. Era necesario alejarse de una visión mecanicista y químico-científica que no tiene en cuenta el factor energético. Gracias también a las aportaciones del investigador V. Schauberger comencé a ver las cosas de otra manera: la forma y la materia eran el resultado de un movimiento de energía. Así como nuestro cuerpo, desde el momento de la concepción, con todas sus funciones, su fisiología, su química, sus capacidades, no es otra cosa que el resultado de una dinámica energética.

Además de todo esto, noté cómo en algunos casos, desde que tenía veinte años, podía ayudar a las personas simplemente diciéndoles algo, ayudándolas a expresarse. Este es un don que probablemente heredé de mi madre y fortalecido gracias a amistades beneficiosas como la que tuve con uno de mis mejores amigos: Luigi Marrone, músico, escritor, filósofo y mucho más, quien siempre me animó a mirar dentro y fuera de mí desde diferentes puntos de vista.

Creo que este es el punto fundamental: no podemos dejar de mirar las cosas desde diferentes puntos de vista porque sólo así reducimos al mínimo posible el riesgo de caer en el protocolo, de tratar lo vivo como materia muerta, de excluir el soma de la psique, así como la sociedad del individuo y viceversa. En este loco intento de salvar lo que se puede salvar, me doy cuenta de que la medicina clásica ha llegado a conclusiones completamente diferentes porque es capaz de excluir un corazón, un hígado o un riñón del cuerpo al que pertenecen.

Hoy escribo esta página porque ya es hora de decir basta a tener que caminar siempre cuesta arriba. El conocimiento está ahí, debajo de nosotros, sólo tenemos que descender. Y por caminar siempre cuesta arriba, al final acabamos con la espalda encorvada. Con la espalda encorvada tenemos una enorme dificultad para mirar hacia adelante.

Como escribí en un artículo cuando tenía 18 años, "nos resulta más fácil tomar el camino más difícil". En este caso el camino más difícil es el de la toma de conciencia, es difícil pero es cuesta abajo. Ya no podemos permitirnos seguir delegando nuestra 

vida a las personas que han vivisecado un fragmento de vida cósmica que está ante ellos. Necesitamos volver a unir las piezas que han estado dispersas durante décadas.

Han dispersado el conocimiento y lo poco que han considerado lo han encerrado en fábricas de ciencia fragmentada, de ciencia en compartimentos estancos. Han estructurado profesiones, creado castas de sujetos sometidos a ese conocimiento fragmentado y formulado leyes para protegerse de cualquier ataque a su irracionalidad, pero ha llegado el momento de salir de ahí. Ha llegado el momento de despojarnos de toda armadura, de toda defensa, de salir del caparazón del obstruccionismo médico, porque la vida muere en el momento en que se bloquea su flujo. Se trata de un principio muy válido que puede aplicarse en los ámbitos de la medicina, la educación, las políticas sociales y el trabajo.

Estamos equipados con piernas para caminar, pero todo nuestro cuerpo camina, nuestras manos, nuestros ojos, nuestro potencial creativo. Y todo avanza hacia la solidaridad, la cooperación, la empatía, el amor y el respeto al otro.

Éstas son mis elecciones y esta es la persona que conocerás cuando nos encontremos cara a cara.

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